Labios: objetivo devolverles la juventud

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Los labios son un rasgo estratégico en la apreciación global del atractivo y juventud de todo el rostro. Los cánones establecen que deben tener una forma perfectamente definida, además de turgencia y volumen, pero la genética y su particular estructura anatómica se empecinan en llevar la contraria a este ideal de belleza, convirtiéndolos en blanco fácil del proceso de envejecimiento.

A medida que pasan los años, los labios van perdiendo volumen y elasticidad, por la disminución de los niveles de sustancias naturales, como colágeno y ácido hialurónico. A este adelgazamiento se suma un proceso de eversión, que hace desaparecer la atractiva proyección hacia fuera de los labios. Otros cambios que trae la edad son la pérdida de definición y el aplanamiento del arco de cupido, mientras que el filtrum, el hundimiento que va de la nariz a la parte central del labio superior, se hace más largo.

Por lo que respecta a la piel del área perilabial también se ensancha y da cabida a la aparición de arrugas verticales y radiales, que surgen, sobre todo, impulsadas por la gesticulación continua de la boca, al hablar, comer, reír… y fumar; no hay nada peor para las arrugas del código de barras que el tabaco.

Otra consideración anatómica que hay que tener en cuenta, no sólo para entender cómo envejecen los labios, sino para abordar eficazmente su rejuvenecimiento a través de terapias médico-estéticas, es que la grasa facial subcutánea no se distribuye de manera uniforme, sino que se divide en compartimentos aislados, formando paquetes grasos, y que además posee unas potentes estructuras de fijación al hueso y a otras estructuras profundas, que son las fascias y ligamentos ósteo-cutáneos.

Ello explica que conforme se va envejeciendo, este tejido graso no se desliza en bloque hacia abajo, sino que queda retenido en parte por estos ligamentos, produciendo la aparición de surcos visibles. Cada estructura, al descender por efecto de la gravedad, modifica las que están por debajo y por encima de ella.

Estas alteraciones internas se reflejan en el tercio inferior del rostro, haciendo que la estructura que forma la mejilla y la línea mandibular desciendan, que el mentón se retraiga, que caigan las comisuras labiales y se marquen las líneas de marioneta y el surco nasogeniano. Si a cierta edad, rejuvenecemos los labios pero no tratamos estas otras alteraciones, el resultado no será ni armónico, ni natural.

 

Revista Nueva Estética

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