La llegada del buen tiempo puede suponer en algunos casos la aparición (o la acentuación) de un auténtico problema. La sudoración excesiva (hiperhidrosis) en determinadas partes del cuerpo repercute en las relaciones sociales y profesionales de un porcentaje sensible de la población. De hecho, hay estudios que señalan que más del 5 por ciento de la población mundial padece hiperhidrosis orgánica (congénita o hereditaria), mientras que la hiperhidrosis no orgánica (sobrevenida por situaciones de estrés o de carga emocional) podría afectar a más de un 20 por ciento de la población.
La sudoración excesiva provoca situaciones de inseguridad o vergüenza: el paciente evita el contacto con otras personas: es el caso, por ejemplo, de quienes sufren hiperhidrosis palmar (en las manos), que incluso rehuyen el saludo. Otras veces evitan quitarse la chaqueta para no dejar al descubierto las antiestéticas manchas en la zona axilar, una solución que no hace sino empeorar la situación.
A parte de la incomodidad y del factor estético, la sudoración excesiva puede repercutir negativamente en la salud, ya que puede agravar afecciones dérmicas o predisponer a infecciones diversas.
El tratamiento no invasivo que se aplica con más éxito es a base de neuromoduladores. Con esta substancia se consigue inhibir la hiperactividad de las glándulas sudoríparas de la zona requerida. Para su aplicación se utilizan agujas extremadamente finas, lo que asegura un tratamiento prácticamente indoloro. La frecuencia de aplicación está entre 5 meses y un año, dependiendo del paciente. Es la manera más segura y efectiva de dejar de sufrir por ese sudor incómodo y antiestético que aparece en los momentos menos oportunos.